martes, 15 de mayo de 2012

Cuando se acabó la desesperación

El domingo llegó a su fin la serie que, junto a Perdidos, revolucionó la televisión americana y mundial. Si los náufragos introdujeron y normalizaron un estilo narrativo complejo en la ficción, diría que las amas de casa de Wisteria Lane hicieron incluso más presentando un humor negro y retorcido y una crítica social que sacó los colores al sector más rancio de la población. Mujeres Desesperadas, de Marc Cherry, no sólo ha sido la serie que más ha reivindicado la figura de la mujer en la televisión (y a través de cuatro amas de casa), sino que probablemente ha sido la que mejor ha mezclado comedia y drama en la última década. Ya quisieran Glee o las dramedias de Showtime tal balance entre la carcajada y la emoción.

A lo largo de sus ocho años, las Desesperadas han sido el reflejo más realista de lo que entendemos por un culebrón. Aunque cada año llegaba a Fairview un nuevo vecino con un secreto que ocultar (y por desgracia para ellos siempre han sido demasiado torpes tratando de borrar su vida pasada) la atención nunca se ha centrado del todo en ellos. Mientras los personajes protagonizaban auténticos dramas y vivían perturbados por la muerte de algún vecino o lo que podía esconder otro, seguían teniendo que pagar las facturas de la luz y el gas, seguían teniendo que llevar a sus hijos al colegio y tenían que luchar por conservar su trabajo.

La realidad cotidiana siempre ha mandado en esta comedia sobre la doble moral, y por el camino nos presentó a cuatro amas de casa, a priori tan diferentes entre sí, y la amistad que las unía. Si en principio compartían poco más que la valla del jardín, Bree, Lynette, Susan y Gaby han ido forjando una amistad inquebrantable que ha sobrevivido a incendios, tornados, secuestros, accidentes, divorcios, enfermedades y asesinatos. Si algo ha hecho bien la última temporada, de hecho, ha sido poner en tela de juicio la relación de ellas cuatro, que ha sido el motor de la ficción a lo largo e las temporadas. Eso y demostrarnos en el último episodio cuánto ha evolucionado cada una de ellas, probando que Marc Cherry tenía un plan. Otra cosa es que ese plan me haya terminado de convencer.

(A partir de aquí hablo con spoilers del final de la serie). No voy a entrar en la resolución del juicio de Bree –tan patillera después de tres años viendo The good wife como necesaria–, porque a pesar de que haya sido la trama fuerte de la temporada, útil para conocer a las protagonistas un poco mejor de lo que ya lo hacíamos, ha empañado un final que podía haber sido redondo. Aun así, reconozco que la intervención de McCluskey me hizo aplaudir. La previsible reconciliación de Tom y Lynette ha sido emocionante y está muy bien escrita, siendo uno de los mejores momentos del episodio doble. La escena de la limusina, en cambio, sirve de contrapunto cómico y nos hace soltar unas cuantas carcajadas, recordándonos hasta el último momento lo que ha sido esto: una de las mejores y más ignoradas comedias de la televisión.

El cenit del capítulo de cierre ha sido la secuencia Wonderful! Wonderful! La vida de McCluskey se apaga mientras el nieto de Susan, Mike, Tom y Lynette nace, Bree llora desconsolada por la muerte de su amiga y Gaby y Carlos bailan con sus hijas en la boda de Renee como la familia feliz en la que se han convertido. Esto no tendría sentido sin las escenas previas, en las que Lynette comprende que no necesita tanto para ser feliz, Gaby y Carlos se dan cuenta de que nunca serán un matrimonio perfecto porque su vida es mucho más emocionante así y Bree aprende de manera definitiva que alguien puede quererla a pesar de no llevar una máscara y fingir que es perfecta.

Mi único problema con el final es que, al ser ésta una serie rutinaria, siempre pensé que el final no sería un punto y final, y que dejaría más a la imaginación. Prefería pensar que, aunque no las viéramos, las protagonistas seguían en Wisteria Lane cada día hasta el fin de los tiempos. Si el episodio hubiese acabado con la última partida de póquer, habría sido redondo y aún estaría aplaudiendo a Marc Cherry, pero esos futuros imposibles me destrozaron el final. Y que Susan, el personaje más random y plano de la serie, protagonizase la última escena tampoco me gustó demasiado. Porque, además, si no vas a poder incluir a Edie Britt entre los muertos, mejor no escribas una secuencia como esa.

1 comentario:

Atticus dijo...

Me gusta leer alguna opinión en contra de la secuencia final. Yo también me esperaba que no fueran a explicar el final de ellas y dejarlo más a la imaginación, imaginándolas haciendo viejas en Wisteria Lane. Pero aún así, no me pareció que empañara el final. Estuvo bien volver a ver las caras de muchos de los personajes que pasaron por la serie, porque me hizo recordar todos los buenos momentos que nos han dado en los últimos 8 años (que se dice pronto).
En fin, finale que pone el broche de oro final a esta magnífica serie que siempre tendrá un lugar en mi corazón. Y ya paro, que tengo una reputación de dura que mantener :P