martes, 28 de agosto de 2012

Tu historia completa


Nota: En esta entrada hablo (sin grandes spoilers) del tercer episodio de Black Mirror. Los episodios de esta miniserie se pueden ver de manera independiente, aunque los tres son muy recomendables.

La serie británica Black Mirror, que se emitió anoche (del tirón) en España por Cuatro, fue alabada de manera unánime por los críticos televisivos debido a su fuerte crítica social y su agorero punto de vista con respecto a las nuevas tecnologías. El guionista Charlie Brooker consiguió, en el primer episodio (Nathional Anthem), dibujar un sonrojante espejo en el que los espectadores pudiesen mirarse, y en el segundo (15 millions of merits), recrear un futuro distópico, agobiante, terrorífico y por desgracia nada descabellado. Pero anoche, en su emisión en televisión, aproveché sobre todo para volver a ver el que sin duda es mi episodio favorito de los tres, The entire history of you. Y visto ya por tercera vez, sigue suscitando en mí tantas sensaciones que no me he resistido a hablar por aquí de lo genial que es.

En un futuro no demasiado lejano, los humanos han inventado un dispositivo, el “grano”, que se incrusta en nuestra cabeza y graba todas nuestras vivencias para que podamos rebobinar lo almacenado siempre que queramos revivir un momento concreto o compartir una experiencia con alguien. Aparentemente, las ventajas de este dispositivo son innegables, y se implanta ya por defecto en todo el mundo desde que nace, pero Tu historia completa, como se ha titulado aquí, dista de navegar por la superficie a la hora de mostrarnos este hipotético futuro. Liam, el protagonista, se nos presenta como un tipo bastante paranoico que, tras la aparición repentina de un ex de su mujer, comienza a sospechar que éstos pueden seguir teniendo algo a sus espaldas.

Precisamente me gusta tanto este episodio por la naturaleza paranoide del protagonista. Me siento completamente identificado con él, y aunque se nos muestra como poco menos que un perturbado, no puedo evitar la sensación de que en su lugar actuaría exactamente de la misma manera. De hecho, lo que no comprendo es que viviendo en ese contexto alguien pudiera no estar obsesionado con ciertos hechos de su pasado.

¿Cuántas veces nos hemos descubierto a nosotros mismos repasando una conversación horas desués de que ésta ocurra? Nos hemos replanteado lo dicho, desearíamos no haber hablado de cierta manera y exageramos o minimizamos las reacciones e intervenciones de nuestro interlocutor según la impresión que queramos causar en él y la que creemos haber causado: momentos incómodos en los que nos gustaría que la tierra nos tragara, situaciones públicas en las que hemos hecho el ridículo o conversaciones en las que podríamos haber respondido más ágilmente... Con el grano que nos presenta Black Mirror, podríamos revivir esos momentos una y otra vez sin distorsión posible. Frases que duelen como un cuchillo repitiéndose indefinidamente en nuestra mente mientras no somos capaces de dejar de torturarnos con ellas. Sin el valor suficiente para borrarlas.

The entire story of you parece mostrarnos lo que ocurriría de ser perfecta nuestra memoria, pero para no faltar a la tónica habitual de la serie, es esencialmente una crítica a la tecnología. No tanto en hasta qué punto estamos dispuestos a dejar que ésta invada nuestras vidas (como ocurre en el segundo), sino hasta qué punto la ha invadido ya. Si bien no disponemos de un “grano” en nuestra retina que permita grabar todo lo ocurrido, sí que mantenemos conversaciones a través de redes sociales, móviles y chats, utilizando mensajes escritos que quedan archivados y releemos una y otra vez. Compartimos fotos y nos lamentamos al día siguiente del aspecto que teníamos o del patético espectáculo que dimos en aquella situación, mientras quien quiera puede echar mano de nuestro perfil para recrear estos instantes.

Como además el episodio no se limita a la crítica sino que cuenta en apenas 45 minutos una historia tan humana que resulta dolorosa (el montaje final es magnífico y los actores hacen un grandísimo trabajo), sigue impactando por más veces que se vea (cosa que no ocurre, por ejemplo, con el primero). Ahora que sabemos que Black Mirror no es una miniserie y que tendrá segunda temporada, esperemos que las nuevas historias que presente rayen a un nivel tan alto como esta. 

P.D.: Aunque la forma de emitirla de Cuatro (los tres episodios en una sola noche) me parece mal como a mucha gente,  sí que me parece razonable que hayan invertido el orden original en el que se emitieron en Reino Unido. El segundo episodio es más largo (y pesado) que el tercero, y poca gente habría aguantado hasta el final para verlo. Vamos, que se habrían perdido esta pequeña genialidad.

domingo, 26 de agosto de 2012

Carrie, Brody y el color amarillo


Nota: Spoilers de la primera temporada de Homeland.

En Homeland, el gobierno de los Estados Unidos ordenó la destrucción un colegio iraquí. Murieron ochenta y dos niños inocentes, entre ellos Issa, el hijo del terrorista Abu Nazir, que había desarrollado un vínculo muy fuerte con el sargento Brody, un marine retenido por Al Qaeda contra su voluntad. Probablemente este hecho, que demuestra que a pesar de su título Homeland es una serie muy crítica con la política anti terrorista de su país, sea el más significativo de toda la serie, pues se convierte en la motivación de Brody y en la obsesión de una Carrie completamente alterada por su trastorno bipolar.

Pero este mismo hecho sirve, al menos en mi caso, para que en Homeland no me importe lo más mínimo que los terroristas cumplan con éxito su objetivo, puesto que el gobierno estadounidense es tan despreciable como ellos. Sin embargo, la cabecera de la serie (que podrá irritarme bastante cuando la he visto más de tres veces, pero aun así es una genialidad) es vital para comprender a Carrie Mathison, que ha crecido expuesta continuamente al miedo al terrorismo. Por lo que le oímos a lo largo de los doce episodios de la primera temporada, Estados Unidos lo es todo para ella: el presidente es el líder del mundo libre y un ataque terrorista puede hacer temblar los cimientos del mundo entero.

Es por eso que Homeland, una vez acabado el juego de los primeros ocho episodios, en los que no teníamos aún claro si Brody era o no un traidor y la confusión conseguía crearnos casi la misma ansiedad que a Carrie, consiguió aburrirme. Los últimos episodios de la temporada (salvando el último), se me han hecho muy cuesta arriba y he tenido que acabar la temporada prácticamente un año después. Y es que el motor de este drama de Showtime son los dos personajes principales: Carrie Mathison y Nicholas Brody. Lo interesante no es ver cómo se desarrolla la conspiración, que confieso que me ha provocado más bostezos que otra cosa, sino cómo afecta todo al mundo interior de los protagonistas.

Damian Lewis y Claire Danes, por derecho propio, deberían dar sendos discursos en la próxima gala de los Emmy, porque no sólo han conseguido una química de lo más bizarra y genial, sino que individualmente han conseguido unos retratos de sus personajes impecables. Él, con la ambigüedad necesaria al principio y la humanidad que requería la recta final. Ella, contenida en su obsesión cuando la situación lo precisaba y desatada pero sin demasiados excesos a raíz de la decepción amorosa y la detonación de la bomba. Me cuesta admitirlo, pero se merece el Emmy aún más que Julianna Margulies y Michelle Dockery.

Por eso, Homeland se diferencia de otras propuestas como Rubicon no ya porque es mucho más dinámica (la serie de AMC era lenta hasta límites insospechados), sino porque mientras en Rubicon aquella conspiración de la que apenas sabíamos nada superaba a los personajes, Homeland es más bien la historia de dos personas con un gran bagaje emocional, que se atraen el uno al otro y cuya relación se enmarca en uno de los contextos más complejos posibles. Y pese a los abundantes momentos en los que todo me resultaba indiferente, bravo por ella.

P.D.: Eso sí, si me preguntáis, Rubicon me parecía mucho más fascinante.

jueves, 16 de agosto de 2012

El último interrogatorio de Brenda Leigh

Nota: Spoilers del final de The Closer.

Como ya se veía venir en cuanto anunciaron Major Crimes, el final de The Closer no es un final de serie como tal, pues lo único que han hecho ha sido despedir a Brenda Leigh Johnson y dejar en suspenso un par de tramas que se desarrollarán en el spin off. Ya hablaremos más adelante (de momento, ha emitido un único episodio) de Major Crimes, porque ahora es momento de comentar cómo se despidió Brenda de la televisión.

Y se despidió por todo lo alto, como merecía. A estas alturas era obvio que el personaje se enfrentaría a su némesis, Phillip Stroh (y no podía ser de otra manera). Lo que no era tan evidente era lo mal que lo iba a pasar Brenda para meter entre rejas al criminal que tantos años llevaba persiguiendo. En vez de conseguir una declaración en el interrogatorio, como acostumbra, Brenda tuvo que tomar “medidas desesperadas” que hasta la han obligado a cambiar de trabajo, uniéndose The Closer al “club de los ascensores” en el que ya están The Good Wife, Drive y Anatomía de Grey.

Y mejor, porque ya se iba mereciendo un respiro. El último año ha sido especialmente duro para Brenda, que ha tenido que hacer frente a una denuncia, una demanda colectiva, la enfermedad de su padre, la muerte de su madre, el estrés de saber que hay un topo en la división y la constante presencia de Sharon Raydor para asegurarse de que cumplía las reglas a rajatabla. Y la subjefa Johnson, acostumbrada como estaba a que el fin justificara los medios, a encarcelar a todo aquél que hubiese cometido un asesinato y a pasar por encima de la ley si era necesario, se ha encontrado al límite en la séptima temporada.

El hecho de que se cuestionase su forma de trabajar desde los juzgados fue además una forma honesta por parte de la serie de reconocer que la división de Grandes Crímenes de la policía de Los Ángeles trabajaba de manera muy poco ortodoxa y que en la realidad las cosas son muy distintas. The Closer se ha puesto en tela de juicio a sí misma antes de convertirse en otra cosa (porque ya nos han dejado claro que los interrogatorios no van a ser la clave de Major Crimes), y ha martirizado a Brenda, que nunca tuvo claro si hizo bien dejando bajar a Turell Baylor de aquel coche.

Y aunque sí que esta recta final se ha vuelto muy efectista, con una Brenda más desquiciada de lo habitual y un uso de la música y el montaje que tendía a dramatizar los diálogos, me ha dejado realmente satisfecho. Se ha profundizado en el personaje principal y en todos los aspectos de su vida mostrando que no quedaba otra para ella que abandonar la policía. Si no hubiese sido por su negligencia (luego vimos que podría haber vuelto si hubiese querido), seguramente habría dimitido voluntariamente.

Y esa escena final, con el bolso gigante lleno de dulces que el equipo regala a la subjefa y esos guiños al piloto, nos hace pensar en la evolución de la relación entre Brenda y éstos, que al principio la repudiaban y han acabado convirtiéndose en fieles compañeros. Una despedida emotiva y cargada de significado para un personaje que esperemos que al menos se deje caer de vez en cuando por Major Crimes en forma de cameos. Porque Brenda Leigh Johnson, con su sombrero y su bolso descomunales, su cajón lleno de caramelos, su acento sureño, su torpeza, su amabilidad sobreactuada y su astucia deja un hueco en la televisión que va a ser difícil de llenar.

lunes, 13 de agosto de 2012

Crímenes con clase



En uno de los episodios de invierno de esta última temporada de The Closer, se mostraba el homicidio que el equipo de Brenda Leigh Johnson tendría que investigar desde el punto de vista de quien lo cometía. La clave de las series procedimentales, al menos en teoría, es la intriga de saber quién y por qué cometió el crimen, y los interrogatorios y la búsqueda de pruebas conducen hacia esta revelación al final de los capítulos. Sin embargo, el episodio funcionaba como un reloj y dejó claro lo que distingue a The Closer de otras muchas series policíacas: se centra en la dimensión psicológica y emocional de los personajes episódicos y dibuja a los asesinos con bastantes grises.

En este sentido, puede recordar a la ya desparecida Caso abierto, aunque The Closer no recurre a los flashbacks como sí lo hacía la serie de la CBS y desde luego es mucho menos sentimentaloide. Por eso, en mi opinión, es uno de las mejores series policíacas que se han podido ver en la pequeña pantalla, y como ya casi no se puede hablar de ella en presente, porque esta noche emitirá su último capítulo en el canal TNT, quiero aprovechar para recomendar una vez más la serie a quienes no la hayan visto nunca.

The Closer destaca en primer lugar por su realismo. Es un realismo relativo, puesto que Brenda es capaz de utilizar la ley a su antojo y manipular a los sospechosos en un interrogatorio para conseguir una declaración (algo que le acaba pasando factura en su última temporada, por lo que la serie se ha convertido en algo todavía más redondo), pero los resultados de balística y las pruebas de ADN tardan en llegar, los ordenadores sofisticados brillan por su ausencia y los interrogatorios son primordiales a la hora de resolver un caso. Estos interrogatorios siempre han sido el plato fuerte de la serie y el medio de lucimiento de Kyra Sedgwick, ganadora y seis veces nominada al Emmy por este papel.

Sin embargo, ni el personaje central, que es sin duda la policía más imperfecta, humana, obsesiva y creíble de la televisión, ni la consistencia de los guiones son los únicos puntos que hacen destacar a The Closer: el plantel de secundarios y la dinámica de grupo son envidiables. Son muchos los procedimentales que echan todo el peso de la serie en sus personajes, pero al final la táctica ha acabado explotándoles en la cara: Bones resolvió la tensión sexual entre sus personajes de manera muy mediocre y por el camino se cargó también la chispa de los ayudantes del laboratorio, demostrando que sus casos no tienen y nunca tuvieron gracia; y algo parecido se puede decir de Castle, cuyos secundarios no pueden ser más random.

Algo que me llamó siempre mucho la atención de The Closer, además, es cómo los personajes se chocan por los pasillos, tropiezan, se interrumpen al hablar y se equivocan, aumentando la sensación de credibilidad. Esto en ocasiones también da lugar a episodios tan desternillantes como los de cualquier sitcom (Flynn y Provenza podrían protagonizar una comedia policíaca y todos seríamos fans). Y, como ya he comentado en alguna entrada anterior, introducir comedia sin que resulte forzado en una ficción a priori tan dramática siempre me parece algo muy difícil de hacer y digno de admirar.

Es normal que dé pereza ponerse con The Closer, y más ahora que está acabada, pero quienes la hemos seguido a lo largo de estos años la hemos disfrutado mucho. Personalmente, nunca he notado bajones de calidad reseñables y me parece que esta última temporada que está revalorizando al alza el conjunto. Aún no se sabe si Major Crimes (el spin off que mantendrá a prácticamente todo el reparto) será una digna sucesora (Sharon Raydor aún tiene mucho que demostrar), pero podéis empezar con ella, que también se estrena esta noche, y si os gusta lo que veis, puede que os animéis a darle una oportunidad a los crímenes de Brenda.

PD: Conociéndome, el blog estará un poco monotemático esta semana, que tocará hablar del final de la serie y del comienzo del spin off.

lunes, 6 de agosto de 2012

Buscando defectos desesperadamente


Nota: No iba a escribir nada de Prometheus, pero Internet me ha obligado. Ah, y la entrada NO tiene spoilers.

El hecho de que Prometheus sea una precuela de Alien, un clásico del cine de terror, ha hecho que se hable de ella en cualquier lado pese a su condición de blockbuster comercial. JotDown, uno de los nuevos medios más respetables del panorama español, no ha dedicado artículos a Los Vengadores o Los Juegos del Hambre (o al menos yo no he encontrado nada en el buscador), pero estaba claro que no podía eludir la cita con Ridley Scott y su intento de expandir un poco más el universo de Alien. El autor de la crítica, que es la que más me ha molestado de las que he leído, no solo ha utilizado ésta como un medio para despellejar a Damon Lindelof, que no es el principal responsable del guión aunque sí colabora en él, sino que además ha insultado abiertamente a toda una generación de espectadores, porque él puede.

Seguramente, en un intento de defenderla, acabaré criticándola como el que más, porque el guión de Prometheus es bastante malo. No me parece una película brillante, y tampoco el mejor blockbuster del año (ha tenido una fuerte competencia). Aunque salí del cine contento, cuanto más la medito y más leo sobre ella, peor me parece. Sin embargo, es cierto que pocas películas comerciales de ciencia ficción son capaces de aguantar un análisis exhaustivo, y el “mucho abarca y poco aprieta” y las pretensiones del film han enfurecido a los fans de la original, que han empezado a enumerar defectos como si les fuera la vida en ello. Unos verdaderamente reseñables y otros no tanto.

Digamos que en cierto momento de la película, los personajes se encuentran con un bicho/cosa/criatura de aspecto amenazante. Vosotros, yo y cualquiera de los espectadores de Prometheus habríamos salido por patas al verlo aparecer. En cambio, los protagonistas, que acaban de llegar a un planeta desconocido, actúan más bien como si hubieran visto un cachorrito recién nacido. Obviamente, se comportan como unos estúpidos, pero ¿acaso no hacían lo mismo en Alien los protagonistas cuando trataban de capturar al bicho con una red? ¿No es un recurso explotado hasta la saciedad en el cine de suspense para crear tensión en el espectador?

Es un detalle perdonable (y yo creía que un recurso comúnmente aceptado), pero que no se pasa por alto porque buscar fallos en el guión de Prometheus es un juego tan divertido que todo el mundo se apunta. No hay más que leer los comentarios de cualquier blog o leer las críticas de la película en FilmAffinity. Y, aunque tiene unos cuantos agujeros, algunos no son tan garrafales y muchos tienen su explicación a pesar de que no se verbalice. El lector, saturado de una crítica tras otra enumerada, acaba pensando que la película es directamente una mierda, y tampoco es así. La cinta de Ridley Scott, aparte de ser visualmente apabullante (algo que todos dábamos por sentado), es muy entretenida, tiene momentos de verdadera tensión (y una escena inolvidable) y tiene a Michael Fassbender brindándonos otra interpretación sobresaliente (y ya van...). Yo la encontré satisfactoria a pesar de todo.

También es cierto que soy de los que prefieren no detenerse a valorar cada elemento del guión a sabiendas de que eso me puede impedir disfrutar todo lo que podría, pero encuentro más negativo, por ejemplo, que un par de momentos de la película sean forzadamente dramáticos y den más bien risa, o que el personaje de Fassbender sea el único al que han conseguido dotar de complejidad.

Y, aunque Alien tampoco tuvo ni un solo personaje mínimamente profundo, también es cierto que nunca lo pretendió. Si es un clásico del cine y ha pasado a la historia es porque consiguió todo lo que pretendía: una tensión creciente y un ambiente sobrecogedor que dura hasta el último minuto del metraje. Prometheus pretendía más y se queda a medias: quería también crear tensión (y lo consigue, aunque solo en momentos puntuales), plantear cuestiones religiosas y sobre la identidad humana (y las plantea, aunque no las responde), tener unos personajes profundos (y salvo los dos protagonistas, el resto son muy planos) y explicar el origen de los aliens (y lo hace, aunque en mi opinión no era necesario). Pero hay que ser conscientes también de que está planteada como una trilogía, así que habrá que ver hacia dónde nos lleva el viaje y si se llenan los agujeros que ahora todos señalamos.